La creatina es uno de los suplementos más populares en el mundo del deporte, pero su historia comenzó mucho antes de que los atletas la incorporaran en sus rutinas.
Fue descubierta en 1832 por el científico francés Michel Eugène Chevreul, quien identificó este compuesto en los músculos de los animales. De hecho, su nombre proviene del griego «kreas», que significa «carne».
Durante el siglo XX, los investigadores comenzaron a estudiar su impacto en la energía celular, descubriendo que juega un papel clave en la producción de ATP (adenosín trifosfato), la fuente de energía de las células.
Pero el gran salto al mundo del fitness ocurrió en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Algunos atletas, incluidos velocistas y levantadores de pesas, revelaron que habían usado creatina como suplemento para mejorar su rendimiento… ¡y funcionó! Desde entonces, la demanda explotó y se convirtió en un básico para deportistas de todo nivel.
Hoy, la creatina es uno de los suplementos más estudiados, con beneficios comprobados para la fuerza, la resistencia y la recuperación muscular. Incluso se investiga su papel en la salud cerebral y el envejecimiento.
